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dilluns 21/desembre/2009 - 04:53 2145 4
Bones a tots, teniu 5 min.?
Per quan us preguntin perquè els catalans volen ser independents, i a més,
escrit en castellà, perquè ho entenguin perfectament.
Tras treinta años de democracia estable, sólidamente anclados en la Unión
Europea y el euro, impensables los golpes de Estado, integrados en la
globalización y prósperos, es hora de hacer balance sobre si le conviene a
Catalunya seguir en España.
Salvo efusiones líricas, amenazas gonadales y acusaciones de delirio
psiquiátrico (idénticas a las practicadas por la dictadura soviética), no se
oye en España argumento alguno que justifique la dependencia de Catalunya.
Los unionistas catalanes, salvo una cierta apelación a la resignación y la
rutina, tampoco razonan, incluso recurren crecientemente al escarnio y la
amenaza, aquí más próximos a los usos de la dictadura maoísta.
Es normal esta afasia, que se intenta ocultar bajo abundantes bramidos, pues
el fundamento económico de la conveniencia de pertenecer a España ha
desaparecido. Ya no es el Estado español quien tiene moneda y determina los
tipos de cambio, los tipos de interés y los aranceles de importación y
exportación. Ya no hay mercado español, lo ha absorbido el único europeo, y
es Bruselas quien toma esas decisiones y se abre a la globalización, con el
resultado inevitable de la disminución de la importancia relativa del
antiguo mercado protegido: hoy Catalunya vende al resto del Estado menos del
40% de su producción, e importa de allí menos del 35%. A Catalunya la
dependencia ya no le es compensada por el acceso privilegiado al mercado
español, que además se ha convertido en arriesgado por ser el único en que
los productos catalanes son boicoteados por el hecho de serlo (práctica del
21% de los madrileños, según ABC).
Sólo le queda a España un mecanismo de actuación económica, la inversión
pública, y los datos y hechos son elocuentes: tras décadas de detraer cada
año el 10% del PIB catalán sin invertir en Catalunya (19.200 millones de
euros el 2005), se desploman los servicios públicos que gestiona España y
llevan su E: RENFE, AENA, REE, ENDESA, etc. ¿Qué reciben los catalanes a
cambio del expolio fiscal? Ni siquiera la transparencia, pues los balances
fiscales, públicos en la Unión Europea, Alemania o Reino Unido, los ocultan
en España tanto los gobiernos del PP como los del PSOE. ¿Qué esconden?
Tampoco a la hora de comprar empresas españolas es una ventaja estar en
España, pues la toma de control catalana es bloqueada de una u otra manera,
y contra ella se blande la Constitución y la xenofobia, que no se invoca
frente a OPAs alemanas o italianas.
Al expolio del Estado y la explotación monopolística de los servicios
públicos privatizados se añade la penuria de la Generalitat. Baste un dato:
tras treinta años de autonomía, y para 7,5 millones de habitantes, el
presupuesto catalán es de 32.000 millones de euros. Tras ocho años de
autonomía, y para 5 millones de habitantes, el presupuesto escocés es de
46.000 millones de euros. Escocia en ocho años ha conseguido el doble por
habitante de lo conseguido por Catalunya en treinta.
Mal negocio es hoy España para Catalunya: privada de política fiscal,
crónicamente objeto de desinversión pública, discriminada hasta en tratados
internacionales (esos que firma el Estado español prohibiendo que utilicen
el aeropuerto de Barcelona los aviones desde o hacia Toronto, Miami, México,
Bangkok, Kuala Lumpur, etc.), boicoteados sus productos, rechazados sus
compradores como extranjeros hostiles, ¿a quién le interesa continuar la
dependencia? ¿Alguien podría explicar alguna ventaja comparativa de la
dependencia respecto a la independencia? (si puede ser, sin insultar).
El problema de Catalunya se llama España, que se dedica, mediante el aparato
del Estado que los catalanes pagan, a bloquear todos sus proyectos: ni
conexión ferroviaria del puerto con Europa, ni servicios públicos que
funcionen, ni inversiones en infraestructuras, ni TGV a Europa, ni toma de
control de empresas españolas, ni aeropuerto intercontinental, ni nada de
nada.
Ya están conseguidos los objetivos modernizadores comunes a catalanes y
españoles, España ya es democrática y europea, pero tan adversa a la
diversidad como siempre, no se concibe como plurinacional sino como
unitaria, y percibe a los 'diferentes' no como un activo a promover sino
como una molestia a eliminar. Proclama que Catalunya es España, pero piensa
y actúa que Catalunya es de España. Una posesión.
Intentamos de buena fe una corrección del expolio fiscal, el dominio
político y la discriminación económica y cultural. Tendimos la mano para
sólo recibir insultos, boicots y engaños, y un Estatuto que no se aplica ni
cumple, pues este Gobierno español, como los anteriores, no tiene por qué
cumplir la ley cuando afecta a Catalunya. No pasa nada, ya lo avalarán como
siempre los Tribunales Supremo y Constitucional, que para eso los nombran el
PP y el PSOE.
Se equivocan: bloqueada bajo España, maltratada en España, insultada por
España, harta de España, a Catalunya sólo le queda un camino: la
independencia.
España tiene mucho a ganar con un Estado catalán, perdería un miembro
descontento y problemático pero ganaría un buen vecino y amigo, y podría
superar los bloqueos que sufren las libertades y la democracia por causa de
una estructura institucional concebida y practicada para asegurar el dominio
de una mayoría nacional española sobre las minorías nacionales. Como ya
advirtió Burke, es ese dominio la causa de las mayores corrupciones del
orden constitucional.
Dijo Azaña que para mantener España unida había que bombardear Barcelona
cada cincuenta años, método que calificaba de bárbaro pero efectivo. Los
bombardeos ya no son posibles, y España no ha aprendido en su lugar el
método de ganar la adhesión cordial e interesada de los catalanes. En el
fondo, tanto da. Se ponga como se ponga, la independencia de Catalunya es
ineluctable e inevitable. Mene Tequel Parsin. Ha empezado la cuenta atrás.
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