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Consell per a parelles (3) Conte alegòric
dissabte 8/agost/2009 - 04:25 546 2
El cuento de la sanadora que se creía antropóloga y el antropólogo que se creía sanador
(Este cuento fue dictado por el maestro Taumaturgus, 2.500 años AC, a un leguleyo bajito y con bigotes de mostacho que respondía al nombre de Cipriano, hoy en día fruto de veneración en la capilla cipriánica ubicada en Cornellà. Lo dictó en latín correcto, pero el leguleyo oía francamente mal y distorsionó su contenido, su sintaxis y su diéresis. Valga recordar el milagro del dictado, sin escribas ni testigos, mientras dormía el maestro después de ingerir, sin solución de continuidad, dos kilos de fabada, cuatro sandías y un tentempié, por si las moscas y por si la muerte no le pillara en ayunas)
Había una vez una sanadora francamente atractiva y resultona que observaba, con estupor, cómo su trabajo se convertía en pura estadística y en observación participante, sin que ella lo quisiera o deseara, pues era sanadora. Y así afirmaba, por ejemplo:
- Hoy he curado un mal de amores, que con los que llevo de mes suman 17, que me dan en un año 204 curaciones de mal de amores, lo que dividido por la población total me da la bonita suma de 0.2 curaciones por habitante.
- Me vienen últimamente muchos pacientes con bloqueos, pero he comprobado que en una mayoría de casos obedecen a causas organopilépticas, que no sé lo que son porque estamos en tiempos de los romanos. Es una clara ucronía, debida a que los sujetos observados se comportan y modifican tales bloqueos en función de sus condiciones sociales, su lengua materna y su poder adquisitivo. Esto va a ser que están relacionados estatus, manifestaciones suprarrenales y culturas subalternas.
- No dejo de comprobar cómo las personas bajitas, en una relación de 1 a 2, tienen mayor autoestima que las altas, quizá para compensar con el tamaño de su ego la voluntad de sustracción de las interacciones y el feed-back con las más bien dotadas, en estructura y función.
- Los lunes me vienen muchos peluqueros y oficialas de pescaderías a la mesa de camillas y requiriéndome Reiki, lo que tiene que deberse, de manera indudable, a que el sector o subsector en cuestión les da holganza en tales fechas.
Su vecino, un antropólogo chulillo que se ganaba la vida explicando lo obvio y cobrando por ello sus buenos sestercios, se imaginaba que ya no contaba pobres o ricos, ni que analizaba las causas de tal desvarío y tal desigualdad, y soñaba despierto con estas y otras reflexiones:
- Yo a éstos – a los pobres- les recetaba, si fuera sanador, rebeldía para las injusticias, alegría para las penas y masaje terapéutico.
- Creo que eso de la inmigración es un mal invento, pues todos somos lo que somos, y necesitamos ser lo que somos. Les pondría en la camilla, a blancos y negros, a zulúes y novayorquinos, y les haría mirarse en un espejo: verían todos lo mismo, una persona.
- A los políticos los inflaría de Flores de Bach, muy efectivas en estos casos, en los que se creen que son cuando en realidad sólo están.
- Me da a mí el caso, y me huele, que esto de las discapacidades no tiene que ver con las capacidades, sino que es un engaño para disimular que somos finitos, diferentes, cada uno y cada una en lo que da y en lo que ofrece. Y en lo que puede dar y en lo que puede ofrecer. Sanación para todos, capacidades para todos y se acabó el invento de la marginación y del silencio.
Un final y una sentencia o moraleja:
Y no pasó nada más, porque no coincidieron aunque fueron, durante 18 años, vecinos de barrio, y fueron divergentes en sus caminos de sanadora resultona y antropólogo chulillo. Hubiera sido muy fácil, queridos lectores, que se hubieran hablado, los dos con su razón y sinrazón, los dos en paz y en complemento.
Otro final y otra sentencia o moraleja:
Y pasó de todo, porque discutieron un día que se encontraron en el bar, uno defendiendo la estructura socioeconómica insoslayable y la otra defendiendo lo insoslayable de la estructura socioeconómica. Decidieron, de manera conjunta, que cada cual tenía su vocación y su servicio, y que no estaba mal ayudar a los desheredados, los pobres, los marginados, los discapacitados, con estadísticas y con masajes, con datos y con amor, pues todo confluía en un mismo objetivo.
Otro final y otra sentencia o moraleja:
Cree en lo que haces y hazlo con amor, pues todo contribuye a convertirnos en luz.
P.D. És facil endevinar que un dels dos personatges és un bon amic meu. Us aniré compaginant en els blocs següents reflexions i contes il·lustratius, per si us/em poden ajudar.
Bon cap de setmana tingueu.
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