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El silbato de Argelers (relat sobre el camp de concentració de catalans i espanyols)
dijous 15/agost/2013 - 07:34 1254 7
Fue en su decimoctavo cumpleaños cuando Elna decidió abrir la cajita que su madre guardaba con tanto recelo. En ella seguramente encontraría muchas respuestas que necesitaba desde hacía años. Respuestas sobre su pasado, respuestas que arrojarían un poco de luz sobre las tinieblas que rodeaban su origen; incierto, velado por la tragedia de un exilio que marcó su vida.
En efecto, el éxodo que se originó después de la aplastante victoria de las fuerzas franquistas marcó la vida de muchas personas. Y no solo de las que lo vivieron, también de su progenie, destinada a destapar los secretos más sórdidos de esa etapa de la historia.
Elna estaba en ello. Hacía ya tiempo que había conseguido la llave de la cajita sin que su madre se diera cuenta. Hizo una copia, para poder usarla cuando se sintiese preparada, y devolvió la original a su sitio.
Ahora se sentía preparada.
Cogió la cajita con suma delicadeza, la puso encima de su mesita y, con una mano que delataba su nerviosismo, cogió la llave guardada en un cajón secreto.
Un suave “clic” anunció que el camino ya se estaba andando. Sin saberlo, había puesto los pies en un sendero que la llevaría mucho más allá de su origen y de su propio conocimiento.
Varias fotos en blanco y negro salieron a la luz cuando la tapa de la caja despertó de su largo sueño, moviéndose hacia atrás como el bostezo de un gólem dormido.
Un brillo iluminó los ojos de Elna al reconocer, con súbita emoción, que su madre aparecía en todas las fotos que iba sacando.
Eran fotos antiguas y, aunque bien conservadas, el paso del tiempo siempre hace mella, aunque no lo advirtamos. Algunas delataban los malos momentos que les había tocado vivir, las arrugas que les habían infligido y las marcas imborrables de los lugares en los que habían estado. Aunque eso no era lo más importante que todas ellas tenían en común.
La mirada de Elna lo advirtió. Sus dedos, cual tiernas plumas de ángel, acariciaron el contorno de la imagen de su madre, queriendo transmitir toda la suavidad y el amor que ella sentía al observarla, y al observar sus manos, anidando en su vientre.
Continuó andando, pues sabía que iba por el camino correcto. De entre todas esas fotos encontró un saquito pequeño forrado de cuero. Su tacto, frío, creó una mueca de incertidumbre en el rostro de la joven Elna.
No obstante quiso abrirlo, pues las inquietudes que ahora habían sido reafirmadas en las fotos de su madre le alentaron a ello.
Tiró de la cuerdita y lo abrió, sin dilación. Una vehemencia crecía en su interior.
Vio algo marrón dentro. Algo granuloso, de un color sucio. Se aventuró con dos dedos y, sacando una pizca de su contenido, vio que era arena de alguna playa.
Eso la sobresaltó. Sus manos saltaron a su boca, que en ese momento se abría para lanzar una exclamación.
Sus ojos temblaron, su mirada se tornó vidriosa.
Mucho o poco todos sabemos parte de la historia del éxodo que afectó a más de medio millón de personas. Ella, al ser la hija de una mujer que lo vivió en sus carnes y la hija de un padre que nunca llegó a conocer, lo sabía muy bien.
Vaciló un momento antes de volver a cerrar el saquito. Se dio cuenta de que estaba pisando un terreno que quizá era demasiado peligroso. Que quizá el lugar al que llevaba ya no quería conocer.
Y, al dejar caer el saquito dentro de la caja, un crujido de madera despertó de nuevo su apetito incauto. Percibió que ese sonido no había sido adecuado para ese tipo de golpe, entre un montoncito liviano de arena contra una madera gruesa y bien fijada que cumplía de base para una cajita de más de dos quilos.
Volvió a sacar la arena y adentró a la vez sus dos manos, para palpar con hambre esa madera que ahora mostraba una pequeña fractura.
Entonces descubrió la argucia, la falsedad de esa tablilla que ni era gruesa ni la base de la caja, sino que era la máscara que escondía un falso fondo.
La sacó sin pensar.
El silbato que durante dieciocho años había estado allí escondido salió a la luz con un aire de derrota, pues, su imagen mediocre, defraudaba con un profundo sentimiento de fracaso a la impetuosa Elna.
La jovencita esperaba encontrar algo que respondiera todas sus preguntas, algo que diera un poco de paz a la hambrienta ansiedad que se la comía por dentro. Pero no obtuvo respuestas ni alivio, y todo su ser se colapsó al ver sus expectativas fallidas.
Y ahora, con ese patético silbato entre sus dedos, su mente se turbó entre un remolino de adagios inconclusos, de axiomas que se habían perdido, como todos sus sentidos, ignorando ahora el chirrido de una puerta vieja, un golpe seco y unas pisadas cada vez más audibles.
-¡Elna! ¡¿Pero qué has hecho!?- nació una desgastada voz a sus espaldas.
El demacrado silbato se desprendió entre los dedos de la impulsiva chica. Decenas de fotos en las que aparecía siempre una mujer embarazada resbalaron y volaron hacia el suelo. Elna se había alertado de tal manera que, al girarse, todo a su alrededor se desmoronó, mas en su interior también.
-Mamá… mamá…- vociferó Elna -lo siento, no te enfades…-
-¡¿Pero qué has hecho hija!? ¡El silbato!- y mientras pronunciaba esa última palabra, que se refería a un chisme tan banal e intrascendente, se lanzó al suelo a recogerlo, como si se tratase de la joya más valiosa del mundo.
Resbaló y no pudo contener su cuerpo, que se dio de bruces contra el suelo. Pero el silbato lo había protegido con sus dos manos, y ahora descansaba en su pecho, al regazo de su calor.
Elna se arrodilló liberando una gran bocanada de aire. Estaba temblando del susto y sus manos fracasaron en el intento de calmar a su madre, que lloraba sonoramente, como si una gran calamidad estuviese planeando sobre sus cabezas.
-¡Mamá! ¡Mamá! ¿Estás bien?- gritó Elna, lanzando las palabras a gran velocidad.
Su madre seguía llorando de espaldas a ella.
La imprudente muchacha no sabía qué decir. Su boca no podía pronunciar palabra alguna, parecía como si una barrera de aire le privase de ello. Sus pulmones estaban cargados de gemidos mudos.
Poco a poco las dos fueron adoptando posturas más cómodas, apoyándose en sus rodillas y dejando caer su peso sobre las piernas. La hija abrazó a la madre. Pero la madre no hizo nada.
-Mamá… ¿Estás enfadada?- logró pronunciar Elna.
-¡¿Qué si estoy enfadada?!- repuso su madre. Y con unos ojos brillantes y llenos de color, como si todo el rosado de sus mejillas se hubiese ido a las córneas de la afectada mujer, le lanzó una mirada que atravesó sus pupilas, su cabeza y se hendió en su corazón.
Elna bajó la suya.
-¡Hija mía! No estoy enfadada… ¡Estoy dolida!- anunció su madre con palabras entrecortadas.
-Lo siento mamá…- manifestó Elna.
-¿Pero por qué lo has hecho? Pensaba que podía confiar en ti…- su mirada se fue apaciguando.
-No digas eso mamá, yo solo quería saber...- alegó denotando arrepentimiento en sus palabras.
-¿Para qué quieres saber? El pasado, pasado está y no se puede arreglar. Solo traerá dolor…- la sombra de una tormenta se manifestó en sus pupilas.
Elna negó con la cabeza, tragando saliva.
-No- pronunció ese monosílabo con un sonido gutural, como si estuviese a punto de llorar -yo quiero saber… ¿quién soy mamá?-
-Hija… ¿por qué preguntas eso?- solicitó la madre, con la preocupación sumida en su rostro.
-Ya lo sabes mamá… no me hagas decirlo por favor…- dijo Elna, casi suplicando.
-Hija, cariño… no llores cariño, por favor. No hay nada por que sufrir…-.
La madre, habiendo ahora intercambiado el enfado por la lástima, se abrazó a su hija, y acarició su rostro sin dejar de pronunciar la palabra “cariño”.
-Cariño por favor no me hagas esto… sabes que es muy duro para mí… Ahora no es el momento…- concluyó.
-¿Y cuándo será el momento? ¿Cuándo sabré quién es mi padre…?-.
-Ya sabes quién es tu padre cielo…-
-¡No mamá!- gritó acompañando las palabras con un sollozo -Jordi murió en la guerra, ¡él no te dejó embarazada! Estas fotos…- miró hacia todos lados, recogiendo con voracidad los retratos que habían caído por el suelo -son del exilio, ¡¿verdad?!-.
-Sí…-
-Te quedaste embarazada ahí…-
-Sí cariño…-
-¿Por qué no me lo dijiste?- inquirió Elna.
A lo que su madre respondió con otra pregunta: -¿Sabes, cariño, qué es este silbato?-.
-No… ¿Qué es?- preguntó dirigiendo su mirada a ese objeto que descansaba en las manos de su madre.
-Este silbato, lo usé yo una vez y no funcionó. Representa mi arrepentimiento, mi derrota y el ruego para que alguna vez, quizá, solo quizá, puedas perdonarme…-
-¡Yo no tengo que perdonarte nada mamá! No digas eso…-
-Hija mía, ahora quizá sí que es el momento de que te cuente la verdad…-
Elna no dijo nada, pero su mirada lo decía todo.
-¿Sabes qué pasó cuando nos exiliamos a Francia?-.
-Estuviste en una casa de acogida…-.
-Sí, pero eso fue después de Argelers…-
-¡¿Argelers?!- preguntó Elna. Ya conocía ese nombre y un gran miedo se apoderó de ella.
-La playa de Argelers. Muchas personas estuvimos ahí hasta que Francia fue invadida por los ejércitos de Hitler.
-¡¿Pero saliste y te quedaste embarazada en la casa de acogida, verdad?!-.
-No hija mía no…-
Los ojos de Elna se abrieron como dos Lunas.
-Intenté silbar cariño, te lo prometo, intenté silbar… pero nadie lo escuchó y los soldados me violaron.-
-¡¿Qué?!- gritó Elna -No… no… ¡No me lo puedo creer mamá…!-.
-Lo siento mucho hija mía… ¿Podrás perdonarme…?-
Elna agitó la cabeza de un lado a otro, con la mirada cayendo en picado.
-Soy un monstruo mamá… ¡Soy un monstruo!-.
-¡No hija, no! ¿No lo ves? ¡Ningún niño sobrevivía ahí, los enterrábamos en la arena! ¡Tú… eres un milagro!-.
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albadaa |
Uffffff !!!
Thursday, August 15th 2013, 10:20 AM
Realment corprenedor !!
He llegit el llibre " La maternitat d'Elna" de la historiadora Assumpta Montellà i em va destapar una part de la història que desconeixa, sobre l'exili de la guerra civil espanyola , els exiliats republicans, el govern francès, la platja d'Argeles , les atrocitats comeses i de Elisabeth Eidenbenz.
Elisabeth, infermera voluntària d'una organització suissa, salva 597 nadons, d'una mort segura i cruel dins dels camps de refugiats d'Argeles. Un oasi enmig de la deseperació.
I sí, reconec aquest història del xiulet. Un eina que les dones feian servir per donar l'avis que els soldats d'origen marroquís i senegalesos que les cusodiaven , volien abusar d'elles .
Gràcies JaumeTDW per la teva aportació i sensibilitat.
Us recamano aquest enllaç per saber-ne un xic més
http://ca.wikipedia.org/w iki/Maternitat_d'Eln a
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