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Descansar...
diumenge 25/maig/2008 - 04:46 1116 0
- No tienes buen aspecto. Mejor que te vayas a casa a descansar.
Descansar… con esta idea en la cabeza salgo del trabajo antes de hora. Esto debería alegrarme, pero hay algo que no cuadra... y aún no sé que es.
Mi cara delata mi desconcierto… eso y un cansancio más allá de lo físico. La mirada apagada de mis ojos resbala por encima de todo aquello que me rodea. Es una mirada vacía que da miedo.
Vuelvo a la tierra justo en el momento en que me cruzo con alguien. Intenta disimular pero es imposible, un aura de malos presagios le ha dejado sin aliento y gira la cara, para olvidar aquello que ha visto en mí.
Antes de llegar a casa paso por el supermercado.
Mi única compra ha sido una pequeña caja que apenas siento cuando la guardo en el bolsillo… una pequeña caja que ha hecho perder la sonrisa a la chica de la caja y, aterrorizada se pregunta si no debería llamar al encargado, pero su voz se ha perdido y con una mano temblorosa acepta las monedas que mi mano helada deja suavemente en la suya. Mi dulzura hace aún más terrible su visión y a pesar de sujetarse a la mesa puedo notar como sus rodillas quieren doblarse detrás del mostrador.
Hoy no está el portero… y sin más me dirijo a las escaleras, pues los ascensores nunca me han gustado.
26 años se tiran encima mío y visiones tristes se aferran a mi carne y la desgarran como sólo los recuerdos saben hacer. Con cada escalón que subo una lágrima caliente recorre mis mejillas… las noto arder hasta la barbilla y con un cosquilleo se lanzan lejos de mí… ellas que pueden.
Mis piernas me fallan y a punto estoy de caer escaleras abajo, pero mi mano se aferra a la pared, hincando las uñas en el yeso, tan fuerte que, mientras se doblan mis rodillas, abren una herida en la pared y se parten con un dolor que recorre mis dedos y mi brazo hasta el centro mismo de mi cerebro… hasta el centro de mi huracán. Siento la sangre como salta de mi carne y se funde con el yeso que hay bajo mis uñas…
Consigo levantarme otra vez, las lágrimas son ya un mar que no cesa, y el dolor se sitúa más allá de mi alcance, en ese lugar donde no se puede llegar, en ese lugar donde sólo se siente. Mi garganta se hincha por todos los gritos que nunca he dado y que ahora también guardaré bien adentro, aumentando mi desesperación.
Por fin llego a casa y está a oscuras… el sol no quiere verlo y se oculta detrás de una enorme nube.
Camino como en un sueño, apenas soy consciente de mis movimientos, hay algo que hoy guía mis pasos, una convicción que nunca antes había sentido. Llego al baño y dejo correr el agua hasta que noto como sube la temperatura e impido que más agua se pierda por el desagüe. Me miro en el espejo… esa mirada que nunca me ha gustado pero que se dibuja últimamente en mi rostro, esos ojos… esos ojos que se han cansado de buscar, ojos rojos, apagados, tristes y vacíos.
Me desnudo lentamente, sintiendo el roce de la ropa en mi piel… caricias. Saco la cajita del bolsillo de mis pantalones y me meto poco a poco en la bañera, dejando que mi cuerpo se acostumbre a este agua demasiado caliente. Ya por fin, tumbado, relajado y tranquilo, la abro… veo mi ojo como se refleja en su superficie… hundo mi brazo en el agua.
Creía que no tendría valor, pero mi mirada no quiere perder detalle y mientras noto el metal rasgar mi carne y liberar toda la vida que hay en mi cuerpo, observo, como un espectador cansado y casual.
Una punzada de dolor me hace temblar, pero hundo más la cuchilla en mi carne, no quiero volver ahí fuera, no más desilusión… este mundo estúpido no lo entiendo y estoy cansado de inventarme motivos para volver cada día a la cruel realidad. Mis venas se abren al agua que las rodea y que se tiñen de ese color rojo intenso que tanto nos asusta. Con una total frialdad, me paso la cuchilla de mano y repito la operación.
Ya mi mente se empieza a dormir y me siento extrañamente en paz… por fin lo he conseguido, puedo sentir como la tristeza huye de este cuerpo condenado, con un poco de suerte no encontrará ningún otro en el que cobijarse y al que atormentar.
Mis ojos se cierran, pero consigo abrirlos de nuevo con un gran esfuerzo… pensamientos confusos surcan mi mente que poco a poco se vacía. Estoy cansado de pensar, quiero volver a ese lugar donde no hay nada en absoluto. La vista se me nubla, todo a mi alrededor pierde su forma, los contornos se difuminan y las cosas se funden unas con otras…
Mis ojos se cierran ya por última vez, no me quedan fuerzas para abrirlos de nuevo. Ni siquiera toda el agua que me rodea es capaz de calentar mi cuerpo que se enfría rápidamente. Sonrío, pues ya nada me preocupa… estoy tranquilo… ya puedo…
…descansar.
Ferry
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