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dijous 29/juliol/2010 - 08:44 973 0
Se siente más sola que nadie en este mundo. No tiene nadie que le caliente la cama, ni nadie que le prepare el desayuno en las mañanas nubladas. Nadie que le haga encender. Ni nadie que le haga vibrar los domingos de ausencia. Y aun así. Aún así, quiere darse compañía. Se tumba en la cama justo cuando le pesa el día. Cierra los ojos. Aunque su mundo no desaparece. (El mundo no desaparece cuando cierras los ojos, ¿verdad?) Se aísla, eso sí. Se aísla de todo lo tangible. Y se deja llevar. Dibuja todo su amor en su propia piel. Toda la necesidad en su carne. Sus ganas. Su deseo. Te quiero quiere chillar. Pero no tiene a nadie a quien hacerlo. Y sigue, con fuerza, con odio. Con toda la rabia del mundo. Se acaricia, se juega, se siente, se huele, se desea. Le desea. Al ser sin cara, al ser sin cuerpo, al ser sin alma, al ser sin ser. Se dibuja, respira. Se tuerce, tiembla. Tiembla y ahora. Se rompe, se rompe, se rompe. Explota en mil pedazos. Y es entonces cuando se siente llena. Se siente llena de sí misma. Pero vacía. Es un llenovacío existencial.
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